Adicción al sexo y traiciones: David Duchovny y las dos series que reflejaron el cielo profesional y su infierno personal

Si hay un actor que ha vivido tanto en el cielo como en el infierno ese es David Duchovny. Su carrera transitó varios vaivenes, pasó por distintas situaciones que lo marcaron a fuego. Circunstancias vinculadas a la ficción, pero de las que no se pudo liberar y terminó absorbiéndolas. Supo probar las mieles del éxito, todo lo que trae consigo convertirse en una figura a nivel mundial. Pero también, todo aquello le provocó un gran dolor de cabeza del que, gracias a un trabajo interno y la asistencia de la medicina, pudo dejar atrás.

Duchovny vivió una infancia sin demasiados sobresaltos. Su madre –Margaret Miller– era maestra de escuela y su papá –Amram Duchvny-, escritor y publicista. Se destacó por ser un gran alumno: en su casa no faltaban los libros, que eran su gran pasatiempo. Pero la literatura estaba a la par del deporte, su otra pasión. En su adolescencia jugó al básquet y al béisbol. Cuando terminó el secundario, las mejores universidades le abrieron sus puertas, gracias a sus capacidades atléticas.

David empezó a estudiar literatura, con la ilusión de continuar el legado de su padre. En alguna oportunidad contó que por aquellos años soñaba con convertirse en un prestigioso poeta, ser conocido por todos los libros que soñaba escribir, pero en un momento puntual el camino de su destino se bifurcó, debió elegir. Y se dirigió para el lado menos pensado. Resultó sorpresivo porque marchaba bien: tuvo de profesor a Harold Bloom, un reconocido crítico y teórico literario que le había dado su bendición. Pero nada de eso lo hizo retomar. Incluso, ni cuando estuvo cerca de lograr su doctorado.

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